Tras ladrillo y ladrillo, finalmente en el año 2000 nació el barrio de Las Tablas, lugar rodeado de empresas grandes como Telefónica, del kilómetro cero para los ciclistas y alimentado por…un restaurante, pero no uno cualquiera,un restaurante cuyo menú se ha ido ampliando como las mismas calles de la zona. Desde lo más clásico como son las tapas hasta platos que ocultan en una cúpula con humo en su interior, el manjar deseado por un Dios.

El ingrediente secreto y no tan secreto de la calidad, es el esfuerzo.
Siempre se empieza por la masa, por los cimientos y se termina ya con el plato presentable y humeante, con la casa elegante y resistente, con el corazón satisfecho del artista y la sonrisa del cliente.

Hay que mencionar la autenticidad aplicada tanto en los platos como en sus nombres, por ejemplo: el “Steak tartar de ternera actualizado”, entendemos que es un “tartar”, pero no sabemos si es el de toda la vida, ya que está “actualizada”, efectivamente no es uno cualquiera. A los postres le dan otro matiz,” Helado de violetas con espejos de yogurt y sus petazetas”, como puede ver, aparte de intrigar también juega con los sabores de las mismas palabras. Todos estos detalles redecoran la personalidad del restaurante, uno que refleja creatividad y buen gusto.

El local dispone de dos comedores y una barra, si el plan es comer con toda la familia o con los amigos, se recomienda sin duda alguna el comedor principal, si desea tomar bebida y tapa, la zona de tapeo es su sitio, por no decir que el barman es “pro” en lo suyo, y ya si quieres comer en tranquilidad, con tu pareja o con los compañeros de trabajo, solo tienes que dejarte guiar por el servicio hasta el segundo comedor, un espacio bien iluminado y necesariamente pequeño para su gran finalidad: una intimidad ideal.

Eso es lo que somos, tanto cocineros como camareros, unos artistas, pero qué gracia tendría serlo, si no estamos a la merced de los clientes que disfrutan tanto de nuestra comida como del ambiente.